Desde la butaca
“Guerrero”
Maravilla Flamenca
David Gómez Frías
Marco: Festival Internacional de Teatro de Cazorla. Ciclo: Sala. Fecha: 2 de
diciembre de 2022. Escenario: Teatro
de La Merced. Obra: “Guerrero”. Baile: Eduardo Guerrero. Cante: Anabel Rivera, Pilar Sierra y
Samara Montañez. Guitarra: Juan José
Alba. Dirección musical: Javier
Ibáñez y Juan José Alba. Compañía:
Eduardo Guerrero.
En la antigua China, hace
veinticinco siglos, el general y filósofo Sun Tzu escribió El arte de la guerra, un libro compuesto por trece capítulos
dedicados cada uno a un aspecto bélico. Sus enseñanzas son interpretadas hoy
día, y llevadas a la práctica de la exigencia vital actual, con inquietud de
crecimiento personal. Frases pequeñas de su contenido son extraídas a modo de
lecciones que conforman el itinerario de crecimiento personal de cada vez más
individuos. Eduardo Guerrero lo ha hecho para llevar la filosofía militar del
maestro Sun Tze al arte del flamenco. En su cartel promocional, bajo título,
aparece una lección extraída del mencionado libro “El arte de la guerra”: ‘La mejor victoria es vencer sin combatir’.
Pero lo vivido en el teatro de La Merced, como cierre del FIT Cazorla fue un
combate puro de emociones y quebrantos en el escenario y en el público.
Aquellos entendidos en este arte inmaterial de la humanidad dirán que Guerrero
pasó por múltiples palos, por distintas estructuras flamencas, serán capaces de
distinguir saetas de seguiriyas, bulerías, nanas o serranas, hablarán también
del refinado estilo del interprete, de su maestría o atrevimiento. Aquellos que
sólo recibimos el producto final, sin olvidar el valor que hay que otorgar a
cada proceso creativo, cultivado desde los orígenes infantiles del artista,
apenas podemos sobrecogernos, dejar que se sobresalten todos nuestros sentidos
y volar, taconear, soltar bravos al aire y contener alguna lágrima que quiere
estallar, correr por tanta emoción contenida. Al fin y al cabo, eso fue ‘Guerrero’,
un tránsito emocional, un paréntesis desgarrado de taconeo en el escenario que
extendió su contagio a vuelo rasante sobre los ocupantes de cada una de las butacas.
El arte de Guerrero viajó por los perfiles femeninos y masculinos de una
creación efímera capaz de sobresaltar los espíritus tranquilos del público. Desgarro
de guitarra sobre el silencio, taconeos, contornos y voces que atravesaban el
pecho para ampliar el corazón ya henchido de arte. Movimientos contenidos o
desbocados, femeninos y delicados, toscos de soldado combatiente en aquello de
los amores distintos, traiciones distintas, perdones distintos. Voces que
alcanzan la textura de todas las almas, alzando los desgarrados timbres sobre
la intención colectiva del agradecimiento hacia un regalo de alta intensidad
emocional. Al fin, todo lego en la materia debamos entender el flamenco, toda
la exposición que lo acompaña, como una queja de alma que no puede ser
contenida en el espacio limitado de los cuerpos, un quebranto del espíritu que
se eleva sobre la provocación de la guitarra, que gime desde las gargantas que
contienen hasta lo insoportable el dolor o la alegría, que mueve, retuerce,
lleva en vuelo delicado el movimiento del cuerpo traductor hasta dar alcance al
sagrado vínculo del arte. ‘Guerrero’ pasó por nuestro pecho para dejar
cicatrices en la memoria, para llamarnos a despertar y permanecer anclados en
la belleza inmaterial del flamenco. La mejor victoria es vencer y convencer con
el arte que vuelve trémula el alma.
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