Desde la butaca
“La panadera”
Ese teatro incómodo
David Gómez Frías
Marco: Festival Internacional de Teatro de Cazorla. Ciclo: Sala. Fecha: 11
de noviembre de 2022. Escenario:
Teatro de La Merced. Obra: “La
panadera”. Reparto: César Gambeiro,
Sandra Ferrús, Elías González, Susana Hernández, Nartxelo Rubio. Texto y Dirección: Sandra Ferrús. Producción: Centro Dramático Nacional,
Açafrao Producciones, El Silencio Teatro, Iria Producciones.
La palabra dramática puede
llevarnos a la risa, puede encender sensaciones de bienestar capaces de
hacernos sentir pasión por este arte, pero el teatro tiene la obligación social
de ponernos frente a un espejo y señalarnos con el dedo. El teatro tiene la
obligación de hacernos sentir incómodos en la butaca, ya con el argumento, ya
con sus personajes, ya volando raso sobre una realidad social que lleva al
desamparo a sus propios protagonistas. Eso es, ha de ser también el teatro: un
dedo en la llaga, una palabra que hiere sobre el escenario porque deja al
descubierto las conciencias del público, un reclamo que logre identificar,
justificar, llevar a la empatía al público con el reparto de un montaje. Cuando
esto sucede, cuando el ejercicio teatral consigue remover conciencias, cuando
al espectador le duele aquello a lo que asiste por la sencilla razón de
mostrarse absorbido y empático por el argumento y con sus personajes, entonces
sucede que estamos asistiendo a un trabajo teatral de enorme calidad. “La
panadera” mostrada en La Merced ha sido eso, un extraordinario ejercicio
teatral capaz de remover la cómoda postura del espectador. Su argumento, de
rabiosa actualidad, nos acerca a las dificultades emocionales de una familia
normal que ve roto su equilibrio por una sombra del pasado. Este argumento trae
a nuestros días un vídeo de contenido sexual, que su protagonista grabó en un
tiempo anterior a su propia familia. El furor social de nuestros días da con
dicho vídeo en las redes sociales, iniciando así un proceso de escarnio
público, vergüenza, dolor, destrucción, humillación, juicio. Frente a este
acoso social la familia impone la confianza, el amor, el abrazo como símbolo de
unión y soporte, así como un negarse a la derrota que provoca la grieta de la
desnudez. Con estas ligeras palabras se resume un argumento que hace y requiere
una muy merecida recomendación para asistir a cualquier otra representación de
“La panadera”. Por sí sólo podríamos decir que hablamos de un argumento
corriente, pero la justicia a este paréntesis teatral tiene en sí mayor
justificación que la meramente argumental. Si por actual no hacemos el juicio
de valor correcto, es necesario afianzar el valor de esta historia en la
dificultad de su narración, consiguiendo su autora hilvanar un juego temporal
de difícil encaje pero resuelto con equilibrio e imaginación. A un texto
complicado añadimos una no menor puesta en escena dinámica y atractiva, así
como un trabajo técnico medido y cercano a la perfección. Pero el mayor valor
de “La panadera” lo encontramos en su trabajo de dirección y en el oficio de
los actores que componen el reparto. En conjunto, se hace preciso poner en
valor a todos los actores, quienes logran una naturalidad en su actuación capaz
de llevar al espectador a la empatía absoluta con sus personajes. Pero sobre
ellos y sin menosprecio de nadie, Sandra Ferrús hace vivir a un personaje
herido y roto, logrando llevar el significado de su actuación al mérito propio
de las grandes actrices. Resumir en breve la exposición de “La panadera” nos
lleva al teatro incómodo de rabiosa actualidad, puesto en el escenario con el
trabajo excelente de un equipo que aúna en buena mezcla una muestra teatral de
nota excelente.
Esa frase de " la realidad supera a la ficción" encaja perfectamente en este supuesto, porque la reseña supera a la obra.
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