(Ideal Cazorla, agosto 2012)
David Gómez Frías
No, estimado lector, no
es este un texto alusivo a la novela de Juan Marsé. Tampoco es
intención mía presumir de conocimientos literarios que tal vez no
tenga. Tan sólo hago uso de un título que viene como anillo al dedo
para alimentar la imaginación. Discúlpeme el autor de aquella
novela castigada por la censura, y tómese mi ligereza como un
homenaje a su palabra. El caso es que dicho título me trae al limbo
literario una carta presidencial con cierto regusto a resentimiento.
“Querido ciudadano, si
te dicen que caí, si te dicen que fui el primero de los presidentes
en democracia que no renovó mandato, si te dicen que, en apenas una
legislatura, tiré por tierra la confianza de millones de personas
que me concedieron la más amplia mayoría recibida nunca por un
eterno aspirante, si te dicen que mentí oponiéndome a mi propio
programa electoral y que el desarrollo de mi política supuso una
quiebra, lamentable e irreversible, del estado del bienestar, este
expresidente se opondrá siempre a la razón de los cuentos del
populacho. Todo, y así fue aleccionado mi equipo para una defensa
sin fisuras, fue recibido en herencia. Comprenderás que siempre es
más fácil huir hacia delante culpando de los males y los fracasos a
quien hace la entrega del testigo. Digo esto por poner un ejemplo
deportivo pues, como bien sabes, soy muy aficionado a dichas
expresiones como literatura de superación personal. Lo cierto es que
siempre he visto esta patria mía como una dulce niña. Una niña a
la que hay que privarle de las golosinas que ha recibido sin
merecerlas, haciéndole comprender que el buen comportamiento y la
obediencia se presentan como virtud inherente al ser humano, sin ser
necesario premio que distinga dicha virtud. Yo, como tutor, he de
participar en su buen crecimiento y reparar errores que se hayan
podido cometer. Supongamos que la niña ha sido malcriada desde
distintos puntos de vista y hay que corregir el defecto. Pongamos,
por ejemplo, que de tanto darle y aumentarle la paga semanal estamos
cultivando una actitud materialista, arraigada, sin duda, en el
consumo desbocado. La solución correctora es sencilla: se le congela
la paga recibiéndola una vez cada tres meses, mientras que las
golosinas quedan reservadas para fechas parecidas a un cumpleaños y,
siendo generosos, para el día de su santo, poniendo así en valor
una buena costumbre regida por la austeridad. La niña quiere una
mochila de ruedas para ir al cole y, es más, que el padre o la madre
ejerzan de chofer sin tener en cuenta que ambos han de hacer lo
posible por encontrar, si no lo tienen, o por mantener un trabajo
cuyos beneficios laborales en la mayoría de los casos exceden de lo
merecido. Pues no, la niña de mis sueños ha de ir al colegio a pie
(ella también ha de participar en eso que han dado en llamar
“conciliación familiar”) permitiendo elasticidad horaria para
sus progenitores. Y ha de ir con libros prestados y mochila a la
espalda, como toda la vida se ha hecho y porque resulta más barata.
Los sueños de igualar a unos niños con los de otros ha de
terminarse, recuperando la sensatez de tiempos pasados en los que se
sabía quién era quién y nadie lo dudaba. Y si en el trayecto la
niña enferma bien puede hacerse fuerte con jarabes y remedios
caseros, que los médicos están para quien pueda pagarlos y
necesitarlos con más urgencia. En fin, mis colegas de la docencia
política, sobre todo los alemanes, que de imponer a los demás están
de vuelta, me ofrecieron las mejores lecciones. Las hice mías por el
bien de esta niña, de mi patria, recibiendo reconocimientos y
aplausos por la sumisión mostrada. La voluntad del pueblo no es
comprensible con el esfuerzo de un político y dicen que fui dejando,
poco a poco, caer sobre mi buen hacer una losa pesada en la que se
podía leer “Expresidente”. Qué habría sido de esta pobre niña,
mi querida patria, sin tanto esfuerzo mío por poner las cosas en su
sitio, llamarlas por su nombre y despertar al ciudadano de un
horrible sueño basado en posibilidades que mantiene a cualquiera
lejos de la realidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario