Convivencia
estética
David Gómez Frías
Marco:
Festival Internacional de Teatro de Cazorla. Ciclo:
Sala. Fecha: 24 de
noviembre. Escenario:
Teatro de La Merced. Obra:
“El bobo del colegio”. Autor:
Lope de Vega. Compañía:
Aula de Teatro de Antropología de la Universidad de Sevilla e In
Vitro Teatro (UJA). Reparto:
Rubén González, Iván San Juan, Paulino Ramos, Pedro Jiménez, José
María Trujillo, Esperanza García, Marta Fernández, Chusa García,
Papa Muro, Susana Moreno, Macarena Luque. Dirección:
José Luis Fernández.
En la revisión constante
que hacemos sobre aquello que aconteció, aquello que fue dicho o
aquello que se dejó escrito, topamos una y otra vez con los clásicos
que garantizan el suelo firme de nuestra literatura, bajo cuyo
paraguas universal tenemos algunos nombres que confirman la maestría
de nuestras letras, en nuestro idioma y proyectando nuestra
singularidad local. También el teatro se revisa continuamente
oponiendo a las vanguardias los textos de aquellos considerados
maestros. El teatro clásico tiene hoy tanta o mayor fuerza expresiva
que entonces, con una salvedad: en ese entonces no era considerado
clásico y, en este ahora, esa es su mayor garantía. Revisar,
recuperar, dar vida a un texto de más de cuatrocientos años pasa
por ser un trabajo arriesgado, que va cobrando vida hasta ver la luz
en una sala llena de público, juez último de la vigencia de lo
pasado. No puede obviarse que nombres como Lope de Vega son en sí
mismos garantía de éxito, pero no toda. De la visión actualizada
de sus composiciones teatrales el autor no es corresponsable y la
supuesta garantía se diluye en el riesgo que corre sobre el
escenario cualquier nueva interpretación, adaptación, declamación
o respeto integro a lo escrito. Un clásico posee la fuerza
inalterable de la palabra, pero es beneficiosa para la inmortalidad
una revisión permanente de su esencia ligada a proyecciones
estéticas que le permitan recuperar vitalidad surgida de tendencias
actuales. El clásico inmodificable surge entonces de un aliento
nuevo respetuoso con lo esencial. Aquí y así se resume el trabajo
realizado sobre el texto de “El bobo en el colegio”: un respeto
absoluto por el texto en verso, surgido de la pluma inagotable de
Lope de Vega; una interpretación plagada de actualidad teatral
apasionada del provocador territorio clásico; un modo de entender el
teatro como algo que, habiendo sido, puede albergar las lecciones
permanentes de la palabra escrita. Puede entenderse así el riesgo
corrido por In Vitro Teatro al acercarnos un argumento ligero que,
hoy en día, bien podría pasar desapercibido pero que cuenta con la
garantía de su autor. Y hace de dicho argumento una actualización
real que fusiona el verso con detalles multimedia, aires de musical y
banda sonora antítesis del tiempo que juzgó las comedias de Lope.
La escenografía sencilla, pareja a los conceptos actuales de
accesorios estéticos que permiten el tránsito de escenas. Los
actores puntuables con nota alta en su trabajo, alguno corrió
demasiado sobre el verso que requiere un aliento más pausado para su
declamación. Y en la dirección, donde todo se mide, un trabajo de
equilibrio arriesgado pero con el acierto de entender los clásicos
no con las premisas estéticas de lo pasado y establecido como
costumbre, sino como una posibilidad que otorga la condición de
frescura a aquello que ladeamos por viejo. No es en el riesgo
agradecido donde ha de buscarse el acomodo inalterable de un clásico,
es en nuestra evolución teatral donde debemos aceptar que Lope de
Vega y Cold Play surgen de realidades estéticas antagónicas, pero
manipulables hasta que la conjunción precisa logre con ellos el
objetivo de dar vida a una idea fresca que goza de su propia
vitalidad.
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