David Gómez Frías
Festival
internacional de Teatro de Cazorla. 25 de octubre. Teatro de La Merced. “1 de septiembre”
creado por Ery Nízar. Compañía Vil Teatro. Actores: Laura Vil y José Vera. Voces en off: Francisco Pérez
García y Sergio Cascales. Dirección: Ery
Nízar.
La comedia resulta ser un género teatral
atractivo para el público en general, llena salas y alimenta posteriores
conversaciones que dejan al descubierto el estado anímico positivo que genera
la risa en el contacto directo. Sin embargo el éxito nace de la maestría con la
que una historia es llevada al virtuosismo cómico con el que se disfrazan las
penurias y las alegrías, lágrimas o carcajadas, la seriedad y el ridículo y
otros tantos aspectos vitales reconocidos a flor de piel. Y sin esa maestría
capaz de mudarnos el bienestar trastocado de nuestro interior, cualquier
espectáculo teatral resulta tedioso. La comedia “1 de septiembre”, en sus
veinte primeros minutos, corre el riesgo de llevar la atención del espectador a
un espacio teatral cercano al aburrimiento, quizá porque el riesgo primero se
corre al presuponer que cualquier obra de teatro que se publicita como comedia
ha de mostrarse como un incesante riachuelo de chistes previsibles y esperados.
No, 1 de septiembre no es ese tipo de comedia. Cierto es que sus veinte
primeros minutos juegan en su contra por su lentitud y falta de gracia, pero no
es menos cierto que termina resultando una obra simpática capaz del objetivo
que persigue. Su argumento viene a reflejar un ejemplo cotidiano de la relación
humana con el trabajo en el regreso de las vacaciones veraniegas. Una relación
llevada al extremo, desde la que se dibujan comportamientos dispares en el
entorno laboral y su proyección social. Un argumento, en definitiva, como otro
cualquiera para pretender la risa. Lo
que si tiene el montaje de Vil Teatro es un sobresaliente trabajo actoral por
el que merece la pena perderse algún que otro chiste mientras se pone atención
a la exposición de los personajes. Laura Vil y José Vera obtienen la mejor nota
y son en sí mismos el valor positivo de la obra. De su trabajo se deduce la
pasión por el teatro, una pasión que salva en más de una escena el carácter
cómico del texto. De su trabajo surgen risas ocultas que obligan al público a
mantener al máximo su atención con el propósito de no dejar pasar por alto la
definición cómica del argumento. De su trabajo se extrae el convencimiento de
que merece la pena aguantar hasta el final no por el chiste, que puede hacer
más o menos gracia, sino por placer de asistir al buen papel de los actores.
Cualquiera podría decir que actores y personajes son una misma cosa, siendo
difícil la distinción entre unos y otros. Ellos, los actores son el principal
atractivo de la obra aunque no el único. Otro de los aciertos llega de la mano de
los versos gaseados de Lorca o de los homenajes, versionados con acierto, a los
maestros del humor de los últimos treinta años: Gila, Tip y Col, Martes y
Trece, Morancos, Chiquito de la
Calzada se muestran razonablemente expuestos y frescos en la
actuación de la señorita Soldestavilla y el señorito Aparicio. El propósito de
la comedia no siempre debe justificar el chiste fácil, lo cómico surge también
de la atención inteligente del público que asiste y en el volumen de su aplauso
una compañía teatral reconoce alcanzado o no su objetivo, lo demás no dejan de
ser opiniones personales como ésta.
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