David Gómez Frías
Festival
internacional de Teatro de Cazorla. 18 de octubre. Teatro de La Merced. “Llorar por llorar”
creado por Cristina Medina, Joan Estrader, Gerard Florejachs y David Sant.
Compañía Pez en raya. Actores: Cristina Medina y Joan Estrader. Dirección:
David Sant.
Con los tiempos que corren no resulta
provechoso asistir a ciertos espectáculos con aires de crítico teatral,
adornado con vocablos de erudición esporádica e inapropiada. Esta es, sin duda,
la formula precisa con la que se evita el disfrute de lo sagrado o lo absurdo,
de lo serio o lo ridículo, del texto que todo lo guía o de la imaginación
creativa que libera a los amantes sin más del teatro. Un buen crítico (por
fortuna no esconde tal condición mi persona) tal vez no habría llevado su
paciencia hasta el encendido definitivo de las luces de sala, antes alcanzaría
cierto estado de ebullición en las entrañas que aguantar lo contrario a su
teoría. Por que, seamos honestos, “Llorar por llorar” no es una buena obra de
teatro, tampoco es aconsejable justificar su éxito o fracaso en su facilidad
para arrancar carcajadas al público. Sin embargo, el espectáculo teatral, que
debe ser analizado examinando todo su contenido en conjunto, puede llegar a
sorprendernos con gratitud. Frente a un texto que los amantes del teatro puro
pudiesen esperar exquisito, denso, conductor de la trama, de los actores sobre
los que brilla por sí sólo, Pez en raya lleva al público por el terreno del
absurdo con un argumento previsible y moldeable. Siendo así, el secreto de su
éxito se centra en el buen trabajo de los actores, en la necesaria y acertada
improvisación de los mismos, en el humor fresco y al alcance de todos los
públicos (también hay exquisitos en esto del humor) y en una permanente
presencia de complicidad con el público. Arrancar risas desde un argumento
superficial de novela negra policíaca y hacerlo sin demasiada excentricidad,
aunque a veces se aprieta demasiado el chiste, logrando que el espectador pase
de una risa a otra con sobrada sencillez, dice mucho y bueno de profesionales
del escenario que entienden el teatro
como algo creativo, donde tiene cabida lo sublime tanto como lo irrisorio y
vulgar. Tampoco en este montaje llegaremos a encontrar una extraordinaria
puesta en escena, pues la cutrería y la simplificación se muestra necesaria en
una historia donde los distintos personajes son en sí mismos decorado del
absurdo. Pero pasen y vean, el círculo cerrado en el que se desarrolla la trama
invita a la risa. La improvisación, llegados al caso, mejora los ingredientes
de ciertos chistes y los prejuicios sobre el buen o mal teatro empobrece y
condena nuestra imagen interior más ridícula. A reír toca que la vida ya se
encarga de arrancarnos lágrimas en exceso. Allá por donde pase Pez en raya
ábranles el acceso a los escenarios. El decorado de su trayectoria resulta ser
un curso acelerado de risoterapia con adornos de espectáculo teatral para todos
los críticos adultos. Y, quién sabe, quizá llegue a tener en sus manos el hilo
conductor que argumenta las escenas de “Llorar por llorar”.
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