Sueño que en las calles sin sombra
tigres blancos guían a los hombres
ciegos,
que los hombres ciegos nos miran los
huesos
buscando espacio para sus dedos,
que los dedos de los hombres ciegos
señalan, al fin, lo humano y frágil
de la guerra.
En los desfiles se perciben esperanzas
donde los tanques se inclinan
arrepentidos
y reverencian las heridas permanentes
de las fachadas.
Los hijos de los muertos viajan en tren
asomados a las ventanas.
Los diarios en blanco ya no describen,
junto a quien muere,
los gritos agónicos de las
ambulancias.
Sueño esta mañana sin lamentos
y miro las gentes nuevas asomadas a los
escaparates
esperando, sin miedo, todas las
miradas.
Las cucharas tienen ahora el propósito
de alimentarnos,
como antes lo tuvieron de escarbar la
tierra
y enterrarnos.
Junto al mármol quedan versos viejos
que han de leer los gusanos
alimentados de balas nuevas sin sangre
bajo tierra de los humanos,
y del metal que atraviesa vidas surgen
matrimonios
con heridas semejantes a la memoria.
Sueño y un instante posterior, oscuro
como los ojos abiertos de los hombres
ciegos,
todo es mentira y en los diccionarios
de los hijos viejos
se define con error la esperanza.
De "No solo palabras para la paz" Ediciones Amargod 2005
De "No solo palabras para la paz" Ediciones Amargod 2005
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