Cualquier tiempo pasado
Festival internacional de Teatro de Cazorla. 20 de octubre. Teatro de La Merced.
“Los ochenta son nuestros” de Ana Diosdado. Compañía Democa Producciones (Madrid).
Reparto: Natalia Sánchez (María Ángeles), Víctor Elías (Jose), Blanca Jara (Cris), Borja Voces (Rafa), Claudia Molina (Laura), Alex Barahona (Juan Gabriel), Juan Luis Peinado (Chus), Israel Rodríguez (Miguel).
Dirección: Antonio del Real
David Gómez Frías
Cuantas veces hemos tarareado aquello de “cualquier tiempo pasado siempre fue mejor”, convencidos de que con esas palabras soltamos en el aire un axioma inquebrantable sobre el que dejamos caer, con temor, el peso de los días venideros. Sin embargo cualquier tiempo pasado pudo ser un error si las situaciones vitales que pasan por nuestro tiempo no dicen lo contrario. Este es el caso de la historia y los personajes de la adaptación al teatro de la novela “Los ochenta son nuestros” que, estrenada por primera vez en 1988, llega a nuestros días relatando los mismos problemas, la misma adolescencia, la misma actitud social que veintitrés años después muestra nuestra juventud. Quizá por eso de los ochenta apenas guarde con firmeza lo que da de sí el título, porque los noventa y el siglo nuevo y otras décadas que vendrán serán cristal del mismo escaparate. Podríamos en este caso definir con claridad la vigencia de un texto inspirado en circunstancias históricamente distintas aunque socialmente repetidas: privilegios de clases, cierta inestabilidad social y una juventud en crecimiento y sin horizontes claros.
Pero hablemos del montaje que, al fin y al cabo pasa por ser el escaparate directo del texto. Un decorado sin sorpresas en el que un grupo de jóvenes prepara y vive, desde la memoria de dos de sus personajes, su particular fiesta de nochevieja. Un montaje puramente comercial con rostros jóvenes y conocidos del panorama televisivo español, aunque quisiera leer entre líneas, también, una apuesta por atraer a los jóvenes al teatro. La dirección de Antonio del Real pasa por acertada, con un esquema de movimiento de los actores bien establecido y bien aprendido de modo que, en la presencia de los ocho sobre las tablas, no hay confusión ni estorbos. Los tránsitos entre escenas y la exposición de los personajes cuidada, quizá algo confusa al principio.
Entre los actores encontramos un abanico de posibilidades. Y, si todos entran en la argumentación de un buen trabajo, es preciso traer a primera línea su juventud que, con su experiencia televisiva, no supone equipaje de garantía para el teatro. No obstante, se mostraron como firmes promesas de la interpretación teatral Natalia Sánchez, Víctor Elías y Borja Voces a quienes podría acompañar Claudia Molina. Sin quitar estos nombres la nota alta a los demás pero sí aportando la diferenciación inevitable sobre el trabajo de un grupo. Porque a Blanca Jara le faltó una chispa de credibilidad, Alex Barahona perdió en ocasiones el equilibrio de su voz, Juan Luis Peinado dio muestras de necesitar un personaje mayor e Israel Rodríguez se mostró a medio camino entre el notable de los últimos y el sobresaliente de los primeros. No obstante el conjunto, que lo son todos, funciona como un engranaje bien calibrado. Que nadie espere un teatro espectacular en las salas donde se les espere, pero déjense atraer por un trabajo joven y atractivo.
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