Premio a la inteligencia infantil
David Gómez Frías
Festival Internacional de Teatro de Cazorla. Ciclo Teatrino. Título: Zoo. Compañía: Yllana. Idea, creación y dirección: Yllana. Dirección artística: Juan Francisco Ramos y David Ottone. Lugar: Teatro de La Merced. Fecha: día 23 de noviembre.
La trayectoria de una compañía como Yllana suele ser una llamada de atención sobre cualquier nuevo trabajo que ponga sobre las tablas. Si a esto unimos que asistimos a un montaje reconocido con un premio Max al mejor espectáculo infantil sabemos de antemano que, salvo irremediable accidente, tomamos la butaca con la certeza de vivir el efímero sabor del éxito teatral. Sabemos que estamos ante una de esas contadas ocasiones en las que sólo la memoria guardará una curva de percepciones, positivas y dinámicas, con las que queda grabado en nuestra mente el nombre de una compañía. El argumento planteado por Yllana para este espectáculo no tiene nada de especial: cuatro personajes dispares, definidos entre la bobería y el absurdo, que viajan al África profunda en respuesta a la llamada de la naturaleza. Lo especial de la historia surge de la imaginación de Yllana. Sus diálogos esperpénticos, la sinrazón de situaciones que llevan a los humanos al más absoluto de los ridículos frente a una naturaleza expuesta a medio camino entre lo cómico y lo salvaje, la interpretación del mundo a ojos de la compañía, las relaciones entre especies por donde pasa un trabajo personal que profundiza en la exteriorización del buen actor, la presentación de la risa como razón de ser frente a un público esparcido en todas las edades. Porque Zoo es, también, un ejercicio de recuperación de la infancia abandonada por los adultos en un rincón apartado de las exigencias vitales. Zoo nace del humor inteligente con el que se conquista el desarrollo infantil, un humor respetuoso con los receptores finales a quienes hace partícipes fundamentales del montaje. Porque si un niño participa con burla en el espectáculo que se le propone se debe, sin duda, a la falta de respeto con la que algunas compañías trabajan sobre la condición de “teatro infantil”. Los niños poseen un alto grado de identificación con la historia que tienen delante, asimilan y participan en los más mínimos detalles y esperan la llamada de los actores para, por un momento, formar parte de un argumento que les integra en el espectáculo. Y esto lo saben muy bien en Yllana. Es el suyo un humor sin excesos, un humor cuajado en el entendimiento y comprensión de las reacciones infantiles, un humor que lleva lo verosímil a la realidad increíble de humanos irrisorios, de cornudos animales enfrascados en un diálogo tan harto de risa como imposible de encajar en un mundo real, de crías de aves malintencionadas que, aun sin plumas, debaten entre lo bueno y lo malo mientras desarrollan el instinto natural de supervivencia del más fuerte o, si alguno cae en la trampa, del más listo. Gorilas de los que se desprende el reflejo animal de nuestra más absoluta torpeza y un vicho, agusanado, que se traslada de la ternura a la conquista de la especie en cuanto valora el nivel de estupidez de los seres que se le acercan. Esto es Zoo: un sácame la risa que me caduca en el cuerpo facturado con el excelente trabajo de los seres especiales que, amparados en el esperpento de la vida, hacen de su trabajo en Yllana una virtud con la que merece la pena lo ridículo.
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