La sombra de las bestias
David Gómez Frías
Marco: Festival Internacional de Teatro de Cazorla. Ciclo: Sala. Fecha: 25
de noviembre. Escenario: Teatro de
La Merced. Obra: “El triángulo
azul”. Reparto: Manuel Agredano,
Elisabet Altube, Marcos León, Mariano Llorente, Antonio Sarrió, Ángel Solo,
Jorge Varandela. Músicos: Carlos
Blázquez, Carlos Gonzalvo, David Sanz. Dirección:
Laila Ripoll. Música: Pedro
Esparza. Compañía: Centro Dramático
Nacional y Micomicón Teatro.
El teatro de la conciencia, aquel
que enfoca su espectáculo para lograr que permanezca en la memoria de la
humanidad un episodio atroz, un capítulo de la vergüenza humana, un episodio
que nos pone frente al rostro de nuestra peor condición animal, encuentra en
este trabajo propuesto por el Centro Dramático Nacional un soporte artístico
profundo y desgarrado. Su argumento se centra en la inhumana experiencia de los
españoles que huyeron de la barbarie a la que dio pie nuestra guerra civil, con
ideología o sin ella, y el inicio posterior del negro periodo de la dictadura
franquista. El viaje de los exiliados pasó por distintos territorios europeos,
hasta que dieron con la última parada en el campo de concentración de
Mauthausen y centros adyacentes. Dicen los datos históricos que fueron más de
siete mil, de los que atravesaron los pirineos con la esperanza puesta en un
regreso cercano, los que acabaron en tan macabro destino. El triángulo azul, título
asimismo de este excelente montaje teatral, era el distintivo con el que señalaban
a los apátridas. Otro debieron recibir los nuestros, como ciudadanos de un país
amigo de los nazis, pero la postura de Franco fue la de desentenderse de ellos
y dejarlos en manos de las SS alemanas.
En este episodio vergonzoso de la
humanidad, en este capítulo vivido por ciudadanos españoles en los campos de
concentración alemanes, es en el que “El
triángulo azul” desarrolla su argumento. Lo hace tocando la conciencia,
situando en la memoria colectiva hechos y vidas que han perdido el anonimato
gracias a trabajos como éste. La intensidad emotiva, la dureza de la realidad
narrada se rompen con fragmentos esperpénticos que logran un aumento dramático
sobre el hecho en sí. No hay destacados intérpretes, porque todos en su conjunto
logran dar vida al personaje miserable que se enfrenta a la muerte. Como un
elemento más de la interpretación, el espacio escénico da vida a la miseria, la
locura, el hambre, las distintas maneras de morir de los condenados que
participan en el diabólico plan de aniquilación del más débil. En la dirección
se tejen los hilos con los que se escribe este retrato de la crueldad. En ella
recae el canto unísono de todos los actores, en ella se modera la intensidad de
un argumento duro de asimilar por el público, en ella se hace visible la
utilidad del teatro como denuncia de fragmentos históricos que huyen de la
pretendida omisión histórica, porque un episodio así no debe ser nunca dejado
en el olvido. “El triángulo azul” es
un relato incómodo grabado con vidas personales, que gritan a través de los
años para evitar ser expulsadas de ese rincón que, en nuestra memoria, reaviva
la justicia social.
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