Entre ricos y pobres
David Gómez Frías
Publiado en Ideal Sierra de Cazorla, enero 2016
La última comparación lanzada por
la ONU respecto a
la realidad que analiza la distribución
de la riqueza en el mundo hiela la sangre. Los ricos que caben en un autobús
podrían paliar la pobreza de más de tres mil millones de seres humanos.
Escalofriante. Pero a nadie importa la pobreza. Gestos aislados de solidaridad
salpican nuestras noticias diarias pero la pobreza, lejos de mitigarse, aumenta
extendiéndose por las esquinas de los países desarrollados. Sin ir más lejos,
en España la brecha social no deja de separar las dos paredes de su herida y,
para colmo, nuestros políticos andan enzarzados en guerras de pactos para un
simple juego de quítate tú que me pongo yo. Posiblemente la lucha por el poder
esconda programas definitivos que afronten las verdaderas necesidades sociales,
aunque la estrategia política llama al desencanto generalizado. Nunca se ha
tenido en mente la realidad humana como un problema global, más bien se ha
perseguido el interés localizado y la cultura del precio político por el que
los pueblos son vendidos sin importar el sufrimiento de su gente. Cientos de
miles de sirios mueren o se encuentran al borde de la muerte por falta de
alimentos, porque su presidente no es capaz de dar un paso atrás permitiendo
así que otros dirigentes de su país busquen soluciones que él no encuentra. En
Venezuela, la escasez de alimentos ha
llegado a tal extremo que un simple kilo de arroz sube su precio al
cuatrocientos por cien, haciendo imposible su adquisición cuando se localiza
algún producto en las estanterías de sus comercios. Los países sin recursos
mueren de hambre porque la materia prima de su riqueza es aprovechada por
gobiernos extranjeros con el fin de aumentar su poder, mientras los
representantes locales son bañados en oro a la par que el pueblo pasa las de
caín. Y el mundo es movido por la hipocresía, por la economía y la influencia
de los grupos de poder. A nadie importa la pobreza del otro. Aunque las
imágenes de los telediarios nos hagan saltar las lágrimas, el otro, casi
siempre son imágenes de niños, que arrastre su hambre, su debilidad, su
pobreza, su posible muerte, porque los gobiernos de países desarrollados como
el nuestro bastante tienen con aparentar hacer algo. No voy a negar los grandes
esfuerzos pero insuficientes, ni voy a negar el valor de los gestos solidarios por
el bien temporal que conceden aunque en muchos de los casos se busque también
el valor de una foto, pero en un autobús de sesenta plazas caben los dueños de
fortunas iguales a la necesidad de más de tres mil millones de seres humanos.
Seres humanos que no animales, teniendo en cuenta los derechos que estos
últimos tienen, personas con su color de piel, su lengua su localización
geográfica, su pena y su gloria. Homo homini lupus est, el hombre es un lobo
para el hombre pero sería bueno cambiar ciertas cosas. Ocuparnos de nosotros
como raza única con su rica variedad y cuidar de este hogar nuestro llamado
tierra, deben ser prioridades de todos y cada uno de los gobiernos elegidos en
el interior de las fronteras y bajo banderas locales. Ojalá la Organización de las
Naciones Unidas tuviera mayor poder para equilibrar la balanza. Después de
tantos años parece que sigue siendo un sueño bonito.
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