que nos mantiene alzados
contra el viento,
y una vez perdida en el cuerpo
se nos va la vida,
se nos cierra el alma.
Alguien dirá que somos agua.
El niño en su llanto
dice el significado del agua.
El beso con el que te enfrento
perfecciona en el agua
la intensidad con la que amo.
El adulto que llora
vertebra en su lágrima
el vértice de la alegría
o antesala de penumbra.
Y somos, en fin, como la lluvia.
Pero apagado el cauce
del riachuelo inquieto
volvemos a la tierra,
absorbidos, y desaparecemos.
Alguien dirá que somos agua.
Río dulce o mar salado.
Al evaporarte los restos dirán
cómo has vivido,
cómo has amado
qué acento puso a tu latitud
el mar camino de la aurora.
Y en la memoria de todas las orillas
alguien dirá que somos río,
esqueleto líquido de los campos
por donde se ha filtrado
el significado de la memoria.
Por el sudor de la gente
rezuma el llanto de los olivos
y la sangre de las naranjas,
se aligera el cauce de los vivos
cuando callan su grito las navajas
y el puerto en movimiento
espera el cauce madurado,
el aire que se arrastra,
con su canto, por las gargantas.
Agua somos y río madurado,
inquietos en las cumbres
y mansos bajo los barcos,
estela de orillas y sabores
provincianos,
altos como el rumor infinito
del agua entre las manos.
Alguien dirá que somos agua
y el río que recita la canción
de los hermanos.
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