Música de la vida alegre
David Gómez Frías
Festival Internacional de Teatro de Cazorla. Ciclo Sala. Título: Cuerdas mueve de plata. Compañía: Cinco Siglos. Dirección: Miguel Hidalgo. Músicos: Miguel Hidalgo (guitarra barroca), Antonio Torralba (flauta), Gabriel Arellano (violín Barroco), José Ignacio Fernández (bandurria barroca), Daniel Sáez (violonchelo barroco), Antonio Sáez (percusión). Lugar: Teatro de La Merced. Fecha: día 12 de noviembre.
Todos los años, una edición tras otra, sucede lo mismo. El FIT de Cazorla recibe la aportación musical de otro festival, el de Música Antigua de Úbeda y Baeza y todos los años, uno tras otro, el público reduce su presencia en este guión del cartel. Los abonados por el juicio, siempre personal, que rechaza lo que no es directamente teatro, y los no abonados no tienen excusa pues hablamos de entrada gratuita. El caso es que, comparándolo con un montaje teatral al uso, es nota predominante la falta de audiencia. Cierto es que se puede negar su carácter teatral, digamos incluso con claridad que no es teatro pero, dentro de las paredes del festival, este hermanamiento cultural con Úbeda y Baeza, un año tras otro, pasa por ser un episodio de enorme riqueza personal, intelectual y cultural. No existe, porqué negarlo, tradición alguna por escuchar música antigua, aún menos en directo, pero las muestras traídas a Cazorla han resultado ser siempre joyas musicales tan inmateriales como el carácter con el que se define al flamenco “patrimonio de la humanidad”. La música antigua expuesta por Cinclo Siglos, bien podría atribuirse a la genialidad de su composición, a la virtud musical de los instrumentos de época o, más aún, a la efímera identidad que rodea este tipo de concierto, resultó ser un fruto maduro para los sentidos, una experiencia rica en matices donde lo añejo se vino a mezclar con lo más nuevo, donde la estética de un tiempo remoto pugna contra exposiciones vanguardistas como si de la victoria dependiese su permanencia. Quizá en algún rincón literario de viejas bibliotecas hayan quedado escritas las reacciones sociales de la gente de entonces respecto a esta música, hoy la recibimos como un premio para el espíritu. Disfrutar del repertorio de “Cuerdas mueve de plata” pasa por ser uno de los episodios más ricos del festival. Podríamos dudar si este homenaje a Góngora encuentra firmeza en la autoría del gran poeta cordobés o pasan por ser piezas que pudo interpretar, abroncado por el obispo de turno (no olvidemos que Góngora era hombre de iglesia), en reuniones de amigos y banquetes. Sea un caso o el otro, son bellas composiciones que hablan de la riqueza cultural e intelectual de una de las mentes más brillantes de nuestra literatura de todos los tiempos. Como brillante fue también el concierto de este sexteto de músicos amantes de la composición antigua hasta la médula, inclinación que les lleva a la recuperación de partituras, a su magistral interpretación ayudados de la cuerda, el viento o la percusión, e incluso a la recuperación y fabricación de instrumentos musicales perdidos por la evolución siglos atrás. No es teatro, cierto, sino un regalo disfrutar con la serenidad que requiere el alma de un pedacito de música que disfraza de vida alegre lo pasado y lo presente.
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