Los seres perdidos
David Gómez Frías
Marco: Festival Internacional de Teatro de Cazorla. Ciclo: Sala. Fecha: 11
de noviembre. Escenario: Teatro de
La Merced. Obra: “Caída Libre”. Bailarines: Paúl Cólera, Juan Carlos
Toledo, Maite Larrañeta, Richard Mascherin, Melania Olcina, Lonore Zurflüh. Dirección artística: Sharon Fridman.
Producción: Compañía Sharon Fridman.
No resulta fácil acudir como
público inexperto a un espectáculo de pura danza, de arte efímero nacido y
desaparecido en la cadencia corporal. El lenguaje de la danza no siempre se
descifra de igual manera por todo el que asiste, si se deja llevar por la
callada belleza de la coreografía. Porque todo tiene su significado y estamos
acostumbrados a encontrarlo en la palabra. Es la gran diferencia a favor del
ser humano y su gran debilidad en contra. Si no aprendemos a conocer el
significado de otros lenguajes, si no vemos ni percibimos mensajes más allá de
lo convencional, nos estamos perdiendo una maravillosa manera de entender
cuanto nos rodea. La danza utiliza ese lenguaje escondido que debemos descifrar
para alcanzar a ver los límites de lo bello. Sobre ese lenguaje se alza el
trabajo de la Compañía Sharon Fridman. Es el suyo un vocabulario y un contenido
argumental que expone nuestro cuerpo en el desfiladero de sus propios límites. De
la coreografía propuesta surge el argumento de seres que viven en los extremos,
aquellos que caen y siempre cuentan con alguien a su lado para evitar la
rendición. Levantarse es una condición innata de los que tienen como condición
el movimiento. En ese lenguaje de la danza se descifra el ciclo cotidiano de la
supervivencia, así como el riesgo real de la derrota.
En ese lenguaje de la
danza también habita la poesía de los confusos, la belleza desarraigada de quienes
procuran no alejarse demasiado del significado de la palabra esperanza, para
quien se asoma al vacío en el que todo se pierde. Y ese lenguaje necesita
cuerpos con hábitos interiores, mentes capaces de entender que las sensaciones,
las amarguras o los proyectos poseen un vocabulario que también puede ser
expresado con el silencio, con el grito callado del cuerpo que se mueve hasta
convertirse en un reclamo de libertad. “Caída libre” se agita entre la caricia,
la luz y la música con las que se narra el argumento de su mensaje. Porque en
los cuerpos hallamos el grito, la voz y la palabra por la que debemos entender
la capacidad de asombro de este trabajo. En su luz perpendicular y clara,
bañada en la niebla por la que navega la confusión del espíritu, se genera el
azaroso volumen de los mismos cuerpos que gritan. Del mismo modo que en la
música se esconde la melodía clara en la que se produce la conexión de cada
movimiento. Estos son los ingredientes con los que, quienes desconocemos el
lenguaje de la danza, llegamos a entender que no sólo en la palabra leemos lo
real. En los cuerpos que se mueven, en la luz que dibuja las esquinas de dichos
cuerpos y en la música que les da la vida, está traducida la existencia de
seres cotidianos rendidos a lo bello, a lo poético.
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