viernes, 1 de febrero de 2013

Oxígeno de economía local


(Ideal Cazorla, julio 2012)

David Gómez Frías

Una vez superado el tercer fin de semana de julio, una vez adaptados al empuje casi insoportable de las temperaturas propias del calendario, una vez acabado el vaivén de conciertos con su trasiego de músicos y público, local o visitante, queda la obligación del balance. Y a tenor de lo visto y vivido por las calles de Cazorla, baremando asistencias y ausencias, idas y venidas, dimes y diretes, se hace justicia al marco general que señalan estos tres breves días como un (si no el que más) importante aporte económico, un verdadero aporte de oxígeno puro para las arcas comerciales de la localidad. Las voces críticas decrecen al paso de los años, los defensores predican desde la fortaleza del producto Bluescazorla, los ciudadanos de a pie asumimos la ingerencia de un alejado estilo de vida y música, dejándonos llevar a la conquista y logrando aceptar como necesario e imprescindible el desarrollo de la treintena aproximada de conciertos. Es cierto que el festival se proyecta para quienes han de visitar nuestro pueblo o ciudad que lo es, según los datos escarbados en la historia por el maestro historiador Juan Antonio Bueno en su último libro, por reconocimiento de las Cortes de Cádiz desde hace doscientos años. Es cierto, también, que el blues brilla por su ausencia, como tendencia musical, el resto del año y sólo la intimidad personal deja pruebas de que la melodía blusera va tomando forma en nuestras discotecas particulares. Pero lo innegable resulta ser la actividad paralela que agita el bullicio de los días previos y la tranquilidad de fechas posteriores, que completan el paréntesis de dicho fin de semana. Con el paso de los días el tejido social mantendrá ciertas sensaciones a flor de piel, se entablarán conversaciones en las que se dé importancia a tres o cuatro conciertos con los que hacemos nuestra selección individual e iremos, poco a poco, olvidando que los demás también pasaron por aquí. No obstante, el beneficio cultural de la cita habrá dado mayor profundidad a la identidad local y a su proyección, más allá de las limitaciones de los interminables cerros del olivar. Distinto punto de vista surgirá del tejido empresarial turístico local y, en cierta medida, comarcal. Nadie en la carnicería tendrá presente la guitarra de Mississippi Martínez, aunque su presencia en nuestros escenarios haya vendido más carne. No conocerá, tampoco, el surtidor en la gasolinera del concierto siempre extraordinario de Keb ´Mo´, ni hará recuento de los depósitos que por él se habrán llenado de más. Rosendo llevará en su equipaje un poco de ignorancia que relacione su presencia en Cazorla con la afluencia de público en el recinto paralelo o, por más que pese a los vecinos de la Plaza de los Aligustres y aledaños, del movimiento social y consumista del botellón paralelo al festival. En los bares y restaurantes no se hablará de California Honey Drops o Johnny Sansone, no se pondrá valor a la voz de unos ni a la armónica de otros, pero surgirá un recuento extra de la registradora de cada local. En los hoteles no recordarán el nombre de los componentes de los Travellin Brothers, ni del sueño perseguido por los miembros del proyecto Playing For Change, pero músicos y visitantes habrán elevado la curva de ocupación aportando algún que otro grano de arena a la base de supervivencia económica que a todos nos afecta. Así hasta completar un abanico de silenciosas posibilidades personales que, en lo laboral, contribuyen con pequeños y necesarios ingresos. No, ya no tienen cabida ni justificación los detractores. Por el contrario, dado el beneficio generalizado se hace precisa la presencia de nuevos sueños y soñadores empujados por la fe de que Cazorla y los años les darán la razón.

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