martes, 14 de diciembre de 2021


 

Desde la butaca

“La pasión de Yerma”

David Gómez Frías

 

Marco: Festival Internacional de Teatro de Cazorla. Ciclo: Sala. Fecha: 11 de diciembre de 2021. Escenario: Teatro de La Merced. Obra: “La pasión de Yerma.”. Reparto: María León,  Jorge Monge, María Paz Sayago, Lucía Espín, Diego Garrido. Dirección: Pepa Gamboa.  Textos: Lola Blasco a partir de “Yerma” de Federico García Lorca. Producción: Compañía Seda.

 

A nadie escapa el valor de nacimiento que se le concede a un texto con el mero hecho de mencionar que Lorca tiene algo que ver con él, por muy alejada o muy cercana que la nueva criatura teatral quede del argumentario escénico original del dramaturgo granadino. Lo que sí debemos, como público, es entender la diferencia constatable y anunciada entre un texto original del autor mencionado y una versión adaptada, una visión personalizada en el tiempo y el espacio. Con este “a priori” bien entendido, el resultado final de nuestra experiencia desde la butaca puede ser muy distinto a lo esperado. Lorca es y será por siempre un clásico recurrente de nuestro teatro, al margen de connotaciones vitales más o menos dramáticas, puesto que no de su muerte, provocada por desgraciados personajes y oscuros momentos, sino de su obra nace el mito. El mito se hace clásico y a los clásicos se recurre para hacer lecturas actuales, con lenguajes que mezclan aquel modo de decir con estas historias de hoy, que no podemos callar. Esta pasión de Yerma es eso: aquel lenguaje de Lorca, desgarrado y poético, conviviendo con éste otro, ligero, poco profundo, actual, que narra las historias de ahora, que son las historias de siempre, también las de Lorca. Esta pasión de Yerma toma las vísceras individuales y sociales, idénticas en todas las épocas, para darles el maquillaje conforme a una visión contemporánea. Y toma el mismo pulso de entonces a una sociedad que, mirándose al espejo, parece no haber evolucionado. Aunque estamos ante algo nuevo que exprime al original que le sirve de base, los cambios sostienen una Yerma que sigue siendo reflejo de la mujer rural. Prisionera de un entorno machista que va marchitando su verdor de mujer, marcada por una sociedad que esconde bajo el polvo la mirada hacia el cielo de los espíritus presos. Esta Yerma mantiene el fuego y la pasión contra el abandono, del mismo modo que extiende su pecho contra los límites sociales. En el texto lorquiano puede leerse en boca de la Lavandera 4ª, en esta versión anulada, que “No es lo mismo una mujer mirando a unas rosas que una mujer mirando a los muslos de un hombre” y de esta cárcel social pedía y sigue pidiendo Yerma liberarse. En sí, podemos aplaudir el fuego, la pasión, la sed de Yerma en la piel de María León, como podemos reconocer a Lorca en los personajes que la acompañan y en el conjunto de la obra, tanto como en ese lenguaje parcial e inconfundible que llena los espacios cortos de duende lorquiano. Es cierto también, dando que hablar a la crítica constructiva, que, a veces y no pocas veces, se hace necesario un tono más elevado de voces y dicciones para no adormecer ni lo nuevo de la historia, ni lo traído del original. En definitiva, un Lorca suavizado pasó por La Merced, pero un Lorca reconocible en la licencia de la adaptación. Como diría la Lavandera 1ª “Con una aguja de hacer calceta ensartaría yo las lenguas murmuradoras”,  porque esto es el teatro: aquello que nace de lo que ha sido y es bueno por sí solo.

 

 

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