viernes, 1 de febrero de 2013

La pandereta nacional


(Ideal Cazorla, septiembre 2012)

David Gómez Frías

De entre todos los instrumentos musicales, poniendo siempre mi ignorancia por delante del acertado análisis melódico, me parece la pandereta el más distorsionador, el más cercano al sonido que identifica el jolgorio que, siendo sinónimo popular de fiesta, viene a entenderse como algo más superficial e improvisado. No evito reconocer que existen buenos intérpretes de dicho instrumento, como tampoco dejo de hacer justicia reconociendo que, en manos espontáneas como las de quien esto escribe, la pandereta suena a chismorreo inestable. De ahí que, con perdón de músicos experimentados y con perdón del propio instrumento, traiga hoy en paralelo el uso popular del mismo con el panorama nacional. Y es que se percibe la sensación de que estamos en manos de improvisados gestores que golpean, sin ton ni son, esperando que un roce cualquiera sobre el lomo del instrumento les lleve a alcanzar el ritmo. A todos nos arrastran las circunstancias y no quisiera ponerme en la piel de político alguno. No conozco el alcance de una responsabilidad cuyo fruto está generando dosis demasiado elevadas de ira contenida, ya miremos en el electorado de un color o en el de otro. Digamos que somos el lomo de la pandereta y se nos está golpeando a placer con manos ineficaces, digamos que somos parte de una orquesta de la que no se conoce director apropiado, digamos que somos platillos diminutos apresados en un eje vertical que anula toda posible improvisación. Dada la ineptitud y la falta de valentía de nuestro gobierno central, dado el lastre acumulado por los distintos gobiernos autonómicos y dada la falta de recursos permanentes en nuestros ayuntamientos, nos vemos en tal situación. Hemos llegado a la desesperanza, como un buque en alta mar que, sin nadie que marque el rumbo, zozobra a merced de las olas y el viento sin pasar jamás cerca de tierra firme. Y lo peor de todo viene reflejado, a nivel político, en la falta de oposición pues, si Rajoy queda lejos del suspenso alto como gobernante, el líder del principal partido de la oposición carece, precisamente, de la virtud de liderazgo y no se contempla como una alternativa creíble. Mientras tanto, algunos líderes autonómicos, acosados por las circunstancias a las que hemos llegado por su modo de gestión, tantean la capacidad electoral de su partido alimentando, si es necesario y como si de un raspador de votos se tratase, el sentimiento nacionalista. En paralelo encontramos héroes equivocados, envalentonados que alimentan la crispación social como un estandarte contra la pobreza y luego corren a protegerse al amparo de su condición de aforado; organizaciones sociales que aumentan los platos solidarios; una iglesia, en otro tiempo políticamente activa, alejada del escenario público tanto como del consuelo espiritual; lideresas que dejan el cargo e inmediatamente son colocadas en otro memos expuesto, pero igual de suculento para su cuenta bancaria. Y esto son sólo detalles de esta España nuestra, de este pueblo nuestro que, una vez más, tendrá que despegar del barro sus rodillas y alzarse, pero hagámoslo, pongámonos la crisis por montera dejando claro a nuestros políticos que no fueron sus remedios improvisados donde hallaron la solución, sino en la resistencia de las clases media y baja que con tanta saña están llevando a la asfixia.           

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